La “Casa China” de Puente Alto: un almuerzo que no convenció



                                                                                                                                  Por Constanza González Lara

En mi familia somos bien tradicionales para comer. Siempre que vamos a algún restaurante, terminamos pidiendo lo mismo de siempre. Generalmente, siempre es comida “conocida”, es decir, pastas, arroz, carne, pollo, parrilladas, papas fritas y similares. Sin embargo, esta vez decidimos ir a la “Casa China”, un restaurante que no necesita mayores presentaciones, porque justamente su nombre explica que tipo de comida sirven allí.  


En mi familia somos cuatro y de todo lo que existe para comer, la comida china siempre queda por lejos en la última opción. Pero  esa vez había una tarea por hacer y al plantearla en mi casa, decidieron dejarlo como panorama de día domingo.

A eso de las tres de la tarde, fuimos a la popular Casa China. Lo bueno es que este local queda, literalmente, a la vuelta de mi casa, por ende  no nos tomó más de diez minutos llegar hasta allá. He vivido en Puente Alto por cerca de catorce años y esta era solo la segunda vez que visitamos aquel lugar tan popular en el sector. Cada vez que pasamos en auto por Concha y Toro, logramos ver el lugar lleno y esta vez no fue la excepción. Nos arrepentimos de no haber ido antes, sin embargo, más adelante ese arrepentimiento se iría rápidamente.

Entramos al lugar, realmente era una casa enorme y antigua con adornos que nos hacían sentir como si estuviéramos en el país asiático. Al entrar, la gente nos recibió muy cordialmente. Una pequeña pileta con peces y un enorme "Casa China" en la recepción, fue lo primero que vimos.  Inmediatamente después se dejó ver, al costado derecho, la cocina del local y un refrigerador repleto de bebidas.






Para llegar al lugar donde nos sentamos, tuvimos que caminar por un corredor, también muy bellamente adornado. Allí, nos dimos cuenta que esta especie de "comedor grande”, estaba lleno de familias que parecían estar en la misma que nosotros. Una mesa grande, con un mantel rojo y unas copas que tenían servilletas de algodón amarillas en su interior, nos recibían. 

Lo primero que sentí al entrar a ese comedor tan grande fue el cambio de temperatura que se produjo, el que realmente fue muy brusco. Pasamos de un calor extremo  a un frío exagerado, porque realmente se les pasó la mano con el aire acondicionado.


Nos sentamos y el joven que nos atendió parecía tener prisa. Nos entregó las cartas y se fue muy rápidamente a atender otra mesa. Nuestras opciones a la hora de escoger eran diversas, desde los típicos wantán, hasta una parrillada china que al ver la imagen en el menú, a nadie gustó. Sin embargo, al ser muy poco “atrevidos” a la hora de comer, terminamos ordenando comida conocida. 

De entrada pedimos los más que súper clásicos "Arrollados primavera" ($1.980) y, como a mi mamá no le gusta absolutamente nada de la comida china, optó por pedir "Empanadas de queso camarón" ($2.200) las mismas que después odiaría y terminaría comiendo solo una de las cinco que venían. Como plato principal, también terminamos pidiendo lo más común: "Arroz chaufán" ($1.680) con una fuente de "Carne mongoliana" para dos personas ($5.380) y otra de  "Pollo mongoliano", también para dos personas ($5.280). Todo esto también tenía que ser acompañado por otros clásicos, así que Fanta y Coca cola fueron nuestras elecciones para beber. Teniendo todo esto claro, el mesero partió rumbo a la cocina.

No alcanzaron a pasar, sin exagerar, ni cinco minutos, cuando vimos nuevamente al joven apurado con nuestros pedidos. En una mano traía un plato con los arrollados primavera y en la otra las empanadas. No estaba ni terminando de colocar el último plato en la mesa cuando nos preguntó: “¿Les traigo altiro el otro pedido?”. Sorprendidos, porque el local estaba lleno, nos miramos todos en la mesa y le dijimos que sí. Cuando nuevamente emprendió su rumbo a la cocina,  la rapidez en la atención y en la entrega de la comida, fue un tema en la mesa. Claro, nos gustaba no tener que esperar, pero esta misma rapidez nos hacía dudar sobre lo fresca que podía estar o no la comida. 

Nuevamente, menos de cinco minutos pasaron cuando lo vimos de regreso. En un carrito de comida venía nuestro pedido. Debo ser sincera, nunca me ha gustado el olor de la comida china y tampoco como se ve la carne mongoliana con tanto jugo café encima. Como siempre, al no estar comiendo comida casera, dudé de lo que  tenía al frente.



Terminó siendo que la supuesta entrada también fue plato de fondo. Cuando probé el arrollado, mis manos quedaron llenas de aceite. Eran de gran tamaño y venían acompañados de un recipiente que tenía mucho cebollín, el cual detesto en exceso. Quizás el repollo estaba fresco, pero la carne molida se sentía re-cocinada. Habíamos pedido dos para cada uno, pero solo me comí uno, porque realmente estaban muy aceitosos.


Cuando procedí a comer mi plato de fondo, lo primero que probé fue el arroz chaufán. Me gustó el sabor del arroz combinado con huevo, cebollín y pequeños trozos de pollo asado, siendo este último lo que más llamó mi atención. Siento que habría sido un arroz perfecto, pero le faltó sal y estaba frío, quizás por el exceso de aire acondicionado. Esa reflexión la tiramos como talla en la mesa, pero terminó haciéndome bastante sentido, porque no exagero cuando digo que adentro el ambiente estaba demasiado frío para personas que venían vestidas completamente de verano.

Al arroz le fui agregando la carne mongoliana, con el jugo que en un inicio dije que no me gustaba. La carne tenía una cocción perfecta y estaba extremadamente blandita, por ende, daba gusto comerla. Además,fue el mismo jugo el que le dió el toque especial a la comida. Lamentablemente no puedo decir lo mismo del pollo mongoliano. En la fuente, habían más verduras que pollo y más encima, a este también le faltaba sal. No somos una familia que guste tanto de la sal, pero todos concordamos en que realmente hacía falta.




No voy a negarlo, la comida estaba muy pesada, incluso a la mitad ya moría de sueño. Al final, cuando ya no quedaba casi nada, solo verduras, decidí probar las triangulares empanadas queso-camarón. La defino como una estafa, porque la empanada solo tenía un camarón, además, nuevamente me encontraba frente a un alimento lleno de aceite.

Lo gracioso fue que el mesero fue muy rápido al atendernos y traernos los platos, pero cuando le pedimos la cuenta, se tardó más de diez minutos en llegar. A todo esto se suma que el joven jamás apareció para preguntarnos el típico “¿Está todo bien?” o “¿Quieren algo más?”. Todo allí dentro pasaba demasiado rápido.

Extrañamos el clásico pancito en la mesa, los cuchillos para cortar la carne,el pebre, la comida no tan condimentada y las papas. Siento que con esta experiencia reafirmo lo que siempre he creído, realmente la comida condimentada no es lo mío. 

Nuevamente nos convencimos y decidimos que no volveríamos a comer comida china por un largo tiempo. No voy a decir que la comida estuvo espantosa, pero sí siento que le faltó sabor, el mismo sabor que terminó por provocar que el lugar entero no me convenciera.



Dirección
Av. Concha y Toro  3050/ Puente Alto, Cordillera.Región Metropolitana (XIII). Paradero 32.
Teléfono: (02) 2311 7706
Horarios:
Lunes a jueves: de 13:00 a 00:30 hrs.
Viernes y  sábado: de  13:00 a 01:00 hrs.
Domingo: de 13:00 a 23:00 hrs




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