Descubriendo carritos, explorando recuerdos
Había pasado muchas veces por frente de estos carritos. Vendedores ambulantes de churros, de frutos secos caramelizados. Pero cada vez pensaba: no lo necesito, es glotonería. Pasaron cinco semanas antes de probarlos, por fin. Inicialmente, quería ir a un foodtruck de hamburguesas vegetarianas alternativas. Jamás lo encontré pues siguiendo los consejos de mi coinquilina, fui a Ñuñoa, cerca de un caracol muy feo y encontré a un carrito de frutos secos caramelizados. Podía elegir entre almendras o maní confitados. Elegí almendras y caminé hasta un banco para disfrutarlas. Estaban calientes, crocantes, muy agradables de comer a pesar de que hacía calor. Pensaba que sobre un helado serian deliciosas. La verdad es que adoro los frutos secos caramelizados y no puedo ser imparcial porque me recuerdan a las playas de Francia en el verano donde se venden estos productos. Cuando era niña, los comprábamos muy pocas veces, por esto representan alimentos de “fiesta” para mí.
Me di cuenta de que no tenía mucho que decir sobre los frutos secos por lo que probé los churros del carrito de al lado (buen pretexto, ¿no?). El hombre fue muy agradable y elegí churros rellenos de manjar. El manjar estaba delicioso, creo que fue la primera vez que probé al manjar. Me encanto, cremoso y muy sabroso, ¡entendí súbitamente porque hay manjar en todos los postres aquí! Sin embargo, el churro había sido hecho una o dos horas antes y por esto no estaba crocante sino blando y demasiado denso. Tenía la impresión de tener demasiada masa en la boca y de no tener suficiente saliva para tragarla. ¡Disculpen por esta descripción tan (¿demasiado?) realista! Además, el churro tenía un fuerte sabor de fritura, lo cual hacia que se perdiera el encantador sabor del manjar. Pero, punto positivo e importante, había servilletas. Este churro me recuerda a Francia una vez más. Me recuerda a los mercados en el momento de navidad, en Cataluña francesa donde voy cada ano con mi familia. El ambiente es radicalmente diferente: hace frío en Francia, los churros no son tan gordos, jamás rellenos, sino que siempre vendidos con chocolate.
¿Conocen los “madeleines de Proust”? Los madeleines son galletas francesas y recuerdan a Proust, un autor, su niñez. Se dice de algo que es “nuestro/a madeleine de Proust” cuando el sabor o el olor de algo nos lleva inmediatamente y de manera muy precisa a un recuerdo lejano. Mientras que los frutos secos y el churro que probé no fueron extraordinarios ni consumidos en un lugar encantador, fueron mis “madeleines de Proust” por unos minutos, lo que me parecía muy precioso.
Vuelvo a la realidad, al concreto. ¿Dónde puedes encontrar a estos dos carritos? Al cruce entre la avenida Pedro de Valdivia y la avenida Irarrázaval, cerca de la estación de metro Ñuñoa. El lugar no es encantador, pero hay bancos y el barrio es muy verde, con avenidas con muchos árboles. La bolsita de almendras caramelizadas cuesta $700 y el churro relleno de manjar cuesta $600.
Carrito de churros y “Nut 4 nuts” (carrito de frutos secos caramelizados)
Al cruzamiento entre las avenidas Pedro de Valdivia y Irarrázaval
Coline Rouchié
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