El egoísmo, los amigos, el miedo y la transición de la pubertad a la “Monster House”
producto para niños. Monster House (o La casa monstruo, en español) fue lanzada a los
cines hace más de diez años, el 2006, y desde el primer momento dejó en claro que no se
trataba nada más que de una película para niños.
Podría ser catalogada como una aventura de la pre-adolescencia, como un filme animado
o de misterio, como una película de terror o de dudas; en fin, Monster House, dirigida por Gil
Kenan y producida por Steven Spilberg, podría ser encasillada en múltiples categorías –odiosas,
por lo demás–, pero jamás, ninguna, daría con el punto esperado. Porque la producción de
Spilberg es una animación abundante en formas, en sonidos y en ritmos, un cajón de esos que no
caben en ningún mueble, sólo por ser distintos.
Los protagonistas del argumento son tres niños (DJ Walters, Chowder y Jenny Bennet)
que se tambalean en el limbo que marca el final de la infancia y el comienzo de la adolescencia.
Acaso toda la película no sea más que una analogía de ese desenlace fatal.
Además del tridente protagónico, está el señor Nebbercraker, la otra gran figura del
reparto de personajes. Y él, al igual que los tres amigos, también lidia durante el argumento con
conflictos cíclicos que esperan por ser quemados.
El argumento es bastante sencillo, tanto que podría ser resumido en tres líneas simples:
DJ Walters, Chowder y Jenny Bennett coinciden en la víspera de Halloween, intentando
descifrar el enigma de la casa del misterioso señor Nebbercracker. La casa, en cierto punto, da
señales de vida, y allí es donde estalla el ritmo vertiginoso de una película adelantada a su
época.
Sin embargo, y a pesar de la sencillez argumental en su planteamiento inicial, con el pasar
de los minutos y el desarrollo de ciertos personajes (sobre todo del señor Nebbercracker y su
casa, que, a final de cuentas son los verdaderos protagonistas) retrata una historia que va mucho
más allá de las pretensiones propias de una película animada. Porque, en Monster House lo que
importa no es lo que se cuenta, sino el cómo se cuenta la historia.
Los complejos de DJ Walters en su incapacidad por validarse frente a los adultos o,
también, a sus propios amigos; la concepción del amor eterno, incluso post-mortem, dictaminada
casi como filosofía de vida por el señor Nebbercracker; los problemas, pasados por alto, de los
papás de Chowder; la distancia existente entre la concepción de vida de los adultos y los niños, y
un largo etcétera, marcan la trama y los merecimientos de una animación de un presupuesto
moderado, que ganó varios premios e incluso, fue nominada a mejor película animada en los
Oscar.
La musicalización del filme es otro de los puntos altos en la entrega que, en cada
situación de suspenso o de drama, está perfectamente acompañada de un soundtrack simple pero
coherente, que invita a la total inmersión y a la absoluta perplejidad.
Pareciera que la ruta seguida por Kenan y Spilberg en Monster House es el del alumno
humilde, que no dice mucho, pero que cuando habla alcanza una profundidad digna de ser
aplaudida. Porque, a primera vista, es una película de niños, con una trama común, nada de
original, pero que cuando se le ve con detención (o más bien, sin prejuicios) es capaz de desatar
nudos reflexivos a la altura de una película de alta consciencia. ¿Hasta (en) qué punto hace falta
desligarse de un rastro de tu personalidad para poder seguir avanzando?
El final de la película condensa absolutamente todo lo planteado durante el desarrollo y el
inicio de la misma, y deja la sensación de que cada uno de los conflictos manifestados por los
personajes quedan en el pasado y cierra, de modo descollante, un nudo que, implícitamente, deja
algo en manifiesto: pasa el tiempo, las costumbres y algunos gustos; se abandonan conflictos y
relaciones, pero, a fin de cuentas, la esencia, conjunción de todo, se mantiene en alguna parte
más allá de lo visible.
Con escenas perfectamente bien logradas y un argumento sólido, a la altura de una
película del género de terror, la producción consigue, con Monster House, pavimentar el camino
para que niños se interesen por una temática que va mucho más allá del salto o del aullido.
Juan Cristóbal Arredondo
Ficha de la película:
Año de lanzamiento: 2006.
Director: Gil Kenan.
Género: Terror animado/aventura.
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