El sabor Venezolano del Centro de Santiago
Las calles de Santiago Centro se han visto cada vez más pobladas por carritos de comida venezolana en los últimos años. Es por esta razón que me la jugué por probar su gastronomía, desconocida para mí hasta el pasado fin de semana. La avenida Santa Rosa alberga muchos de estos emprendimientos, y a eso de las ocho de la noche es cuando se comienza a sentir el olor de las hamburguesas, los huevos friéndose, la cebolla salteándose y los perros calientes preparándose para los comensales.
Fue la  noche del sábado que salí de mi casa dispuesta a encontrar algún carrito que me llamara la atención, por suerte no tuve que caminar ni dos cuadras para encontrarlo.  Era negro, y tenía alrededor de 6 personas esperando su pedido, y otras tres comiendo en banquitos individuales puestos a su disposición. Quienes atendían me dijeron que se instalan todos los días desde las siete de la tarde hasta las once de la noche en la esquina de Santa Rosa con Alonso de Ovalle, afuera del Lider Express. En una pizarra de tiza tenía escrito lo que ofrecían y sus precios: completo venezolano más bebida a $1500, y hamburguesas simple y doble a $3500 y $4000 respectivamente. Si bien no había mucha variedad, el olor que salía era un llamado a comprar, y la cantidad de consumidores daba indicios de que tenía aceptación.
A los pocos minutos la fila avanzó y  ya se estaba preparando mi completo venezolano. Si bien no soy fan de la carne, y no está dentro de mi alimentación regular, pensé que una vez a las quinientas no me haría daño.  El joven que armó mi pedido parecía muy atento, y se apresuró a ofrecerme un piso para sentarme, pero le dije que no se preocupara y que quería el pedido para llevar. En mi espera, le pregunté cuales eran los ingredientes de las hamburguesas. Carne de vacuno o pollo, huevo frito, cebollada frita, papas de bolsa, queso, y salsas a elección, que eran kétchup, barbecue, rocoto, ají picante, mostaza, salsa de ajo, y mayonesa. También se le podía agregar de forma gratuita, repollo, chucrut, choclo o pepinillos.
Algo que me gusta de los carritos, es que puedes ver como arman las preparaciones y manipulan los alimentos. En este caso, las dos personas que estaban cocinando, tenían sus guantes puestos, pero lamentablemente se contaminaban igual, ya también recibían dinero. Un punto a favor era que los ingredientes eran almacenados en coolers, y los sacaban en el momento de cocinar cada orden, además se veían frescos.
El cocinero primero puso a calentar el pan unos minutos,  luego armó con la vienesa, repollo, me preguntó si quería cebolla y yo claro que dije sí, luego venía el kétchup, choclo, papas fritas de bolsa, mas kétchup, salsa de ajo, y finalizó con queso rallado en el momento. “Que disfrutes el sabor de Venezuela” me dijo alegre el vendedor. Ya de vuelta en mi casa, evalué.
El pan era un poco pequeño y se remojó, pero los ingredientes en general eran muy generosos. El repollo y las papitas le daban crocancia, el choclo frescura, la cantidad de queso era justa, y si bien pensé que el kétchup podía ser excesivo, en realidad tenía dos capas tenues y suaves. La salsa de ajo no tenía mucho sabor a ajo, pero al menos le otorgaba cremosidad al completo. Lo que no me gustó para nada fue la cebolla. Sentí que no aportaba al conjunto, y que resaltaba de mala manera ya que estaba un poco fuerte.
Mi conclusión fue que era una preparación rica, una opción diferente al típico completo italiano al que estamos acostumbrados en Chile. No es algo que comería todas las semanas, pero tal vez sirva para acabar con un antojo de sábado en la noche, y que además resulta económico.

Valentina Arevalo Zamorano

Comentarios

Entradas populares de este blog

Creo: la canción que renació a Callejeros

Kill Bill Vol. 1 y 2: una explosión de sangre y venganza

La “Casa China” de Puente Alto: un almuerzo que no convenció