La imposibilidad de estar de acuerdo con uno mismo
Sentarse a ver una película no es lo mismo que sentarse a ver una película sabiendo que la vas a criticar. Libreta, lápiz, visión crítica, concentración plena. Ningún detalle se puede escapar, la tensión entre el sillón, la tele y el sentido crítico oscilan entre el borde del esparcimiento y la evaluación. La finta va por parte de uno, que siempre termina prevaleciendo sobre el otro. Al menos eso creía yo al leer las críticas del diario. Nunca les crean a los críticos, pensaba. Y aquí estoy, pretendiendo criticar El secreto de sus ojos, una película que vi hace seis o siete años y que volveré a ver, tendido en el sillón, con libreta y lápiz en mano, procurando no dejar escapar ningún detalle. Lo que pase después de los créditos iniciales lo sabré cuando comiencen los créditos finales, acaso un poco más tarde.
Un poco de Wikipedia para
contextualizar:
El secreto de sus ojos es una película
argentina dirigida por Juan José Campanella, basada en la novela La pregunta de
sus ojos de Eduardo Sacheri. Protagonizada por Ricardo
Darín, Soledad
Villamil, Guillermo Francella, Javier
Godino y Pablo
Rago, fue estrenada en
el año 2009 y logró, ese mismo año, ser una de las películas trasandinas más
taquilleras de la historia. En 2010 se
convirtió en el segundo filme argentino en obtener un Óscar a la mejor película
extranjera.
Luego de la obtención del Óscar, El
secreto de tus ojos se convirtió en una película de culto, con recordadas
escenas (como la de la persecución en el estadio de fútbol de Huracán, en medio
de la hinchada de Racing de Avellaneda) y momentos atesorados por los críticos
del cine latinoamericano. Siguiendo la línea de esa emoción generada por el
reconocimiento de la crítica fue que di mi primer bostezo. En cualquier otro
día podría habérselo atribuido a un mal día, pero hoy no es el caso.
Leyendo las críticas –bastante añejas,
por lo demás– que circulan en internet, fue que quise hacerme una idea de la
película que acababa de ver, justo, justo, cuando la acababa de ver.
Literalmente me despegué de la tele y abrí pestañas en el computador. El
concepto “obra maestra” era una constante. Algunos otros calificativos acaso
más elaborados pero menos memorables se añadían en cada crítica y/o reseña. A
la vez que leía todas esas definiciones de la película me preguntaba si
realmente era eso lo que yo había visto. ¿Vi lo que todos escriben que vieron?,
¿era eso El secreto de sus ojos? No la recordaba así, ese fue el primer apunte
en el cuaderno. Será que la segunda vez siempre resulta más aburrida. O menos
sorprendente. Sí, menos sorprendente, ese es el concepto.
No puedo negar que las actuaciones son
todas, o la gran mayoría, destacadas. Ricardo Garín es, y era en ese entonces,
un actor de renombre en el medio de habla hispana, capaz de atraer audiencias y
emocionar a los distintos públicos (incluso a mí, con su papel en la película
Truman). Lo mismo para Soledad Villamil y Guillermo Francella, actores, sin
dudas, de primer nivel. Sin embargo, soy de los que piensan que las actuaciones
no siempre son suficientes para cargar una trama.
La película es una corriente de
temáticas que se entrelazan, formando un flujo de géneros y subgéneros
distintos, de manera que no podría ser tan enfático de calificarla como un
largometraje de “drama y suspenso”. Hay amor, crimen, fútbol, sangre, y
clichés, muchos clichés del cine. Como la escena de la despedida entre Ricardo
Darín y Soledad Villamil, donde ésta última sigue el tren ante la partida del
protagonista. O como la escena del rencuentro final entre los dos, años más
tarde. Tampoco puedo negar que hay varios aciertos de escenas como, repito, el plano secuencia que ocupa la persecución en
el estadio de Huracán al culpable del caso que Darín investiga en su papel como
Benjamín Espósito.
El foco central, de todas maneras, es la
investigación que hace Benjamín Espósito (Ricardo Darín), casi obsesivamente,
del homicidio de una joven, ocurrido en 1974. De ahí se ramifican todas las
otras pequeñas tramas que terminan construyendo la atmosfera de la película.
Creo que es en este punto donde se evidencia la debilidad más notoria del
argumento, y la posible respuesta a mis sucesivos bostezos. Los saltos temporales en la trama nos
terminan presentando a los mismos personajes, con una evolución prácticamente
inexistente, por lo que resta la impresión de verosimilitud. Es imposible que
un personaje mantenga las mismas convicciones y formas de actuar veinte años
más tarde.
A pesar de que El secreto de sus ojos no
me parece una mala película, no estoy de acuerdo con que sea una obra maestra,
ni mucho menos. Más allá de los muchos elogios que ha recibido, las grandes
actuaciones y el buen sabor de boca que me dejó la primera vez que la vi, el
filme de Juan José Campanella no es más que una película regular, olvidable,
seguramente, de aquí a unos años más, por los cinéfilos empedernidos alrededor
del mundo.
Con buenos aciertos y momentos de alta
tensión, algunos muy emocionales y otros bastante olvidables, la segunda
película argentina en ganar un Óscar me parece una producción temporal, que
tuvo su momento de gloria, pero que fácilmente podrá ser removida del bloque
que acumula las grandes obras maestras del cine contemporáneo.
Al pasar los créditos finales, todos
estos apuntes, algunos más o menos vagos, estaban en el papel. La tinta azul
enmarcada en los cuadros del cuaderno me concedían una certeza: el contexto
delimita la visión. Y es que, la primera vez que vi El secreto de tus
ojos, para el año 2011, pensé que se
trataba de una obra maestra. Acaso atraído por las múltiples voces que repetían
la etiqueta, acaso por el entusiasmo de una mirada limpia. Ahora, siete años
después, sólo quedan las grandes actuaciones que, a mi juicio, no pueden solventar
el precio de un argumento carente de argumentos.
Hay
historias que el tiempo no puede dejar de olvidar.
Por Juan Cristóbal Arredondo.
Por Juan Cristóbal Arredondo.
Comentarios
Publicar un comentario