Patronato árabe
Caminar por las calles de
Patronato en un día en que las nubes están a punto de estrujarse es algo bien
placentero, sobre todo si se tiene en cuenta que no hay nada de gente y que aún
no son ni las once de la mañana. Finalmente la lluvia no llegó, pero el hambre
sí. Buscar un lugar para servirse algo no es difícil, pues este barrio es una
clase de país árabe en dónde la mayoría de los locales de comida ofrecen esta
clase de gastronomía. Platos árabes chilenos, pastelerías árabes, restaurantes
árabes, y otros tantos locales peruanos y chilenos.
Lo primero que uno ve cuando llega a
"título local arabe" es la variedad de alimentos que se encuentran.
Un buffet lleno de carnes y ensaladas que al parecer, lucen un exquisito
aspecto. Unas cuantas mesas distribuidas y algunos cuadros antiguos dan cuenta
que el lugar tiene una mezcla de modernidad y algo del siglo pasado. Digo
modernidad, porque el término buffet debe ser de este siglo. Por cierto, buffet
árabe que no deja de llamar la atención.
Pero no solo hay comida para el
almuerzo, sino que lo hay para el postre. Deliciosos postres árabes para
aquellos que no son de comer comidas exóticas. El azúcar, de hecho, nunca será
exótico, siempre estará disponible en distintas formas y colores, como por
ejemplo en un "nombre del postre".
A la hora de elegir mis dulces,
me ofrecen un combo de estos tres más un café árabe. Cualquier crítico en su
sano juicio, hubiera probado este café, lo que es yo, prefiero no arriesgarme y
elegir una opción más tradicional. Un jugo natural de mango. No porque no me
haya parecido una buena opción, sino que prefiero los cafés con leche o un
exquisito té, pero para mi tristeza, me dijeron que solo tenían de los lipton
tradicionales. Me hubiese gustado tomar un té preparado con canela, jengibre,
de esos que la mamá le prepara. Un deseo no cumplido.
En fin, me senté. No pasaron ni
tres minutos y un mesero muy amable me trajo lo que había pedido y por cierto,
se veía apetitoso. Uno de los postres venía con un poco de nuez y pistachos.
Comencé a comer y sentí un olor extraño. Para mi tranquilidad no era el dulce,
sino que una de las niñas que trabaja allí, comenzó a trapear justo al momento
que comía. Por tanto, ese aroma tan despreciable a cloro me llegó y sentí un
poco de intranquilidad. Acaso, ¿no podía hacerlo antes? Bueno, yo era el único
cliente sentado, quizás aprovechó eso antes de que llegaran más, o simplemente
tiene la
costumbre de hacerlo así.
Los dulces estaban deliciosos, me
los comí de inmediato. Uno de ellos, el “ “ era crujiente y con algunos toques
suaves, muy parecido a la textura de un pastel de mil hojas mezclado con ese
sazón característico de los árabes en sus pasteles. Eso sí, con tres de esas
porciones, ya es suficiente, si compras más, sentirás el hostigamiento y se
quitará esa satisfacción que produjo el dulzor de estos postres. Por otro lado,
el jugo natural cumplía con su objetivo, ser natural.
Llegó el momento en que terminé
de comer y para mi sorpresa, no había servilleta, así que tuve que pedirla. En
todo caso el mesero fue bastante atento y de inmediato me pasó algunas. Pagar
dos mil quinientos pesos por estos pastelitos más el jugo fue una inversión
para mi estómago, pues no me arrepiento de haber visitado este lugar, aunque
hay bastantes cosas por mejorar, pero si ponemos atención en las cosas
primordiales, como la buena gastronomía del restaurante, lo demás son detalles.
Por Elías Jiménez
Nombre: Restaurante Jabri
Dirección: Eusebio Lillo 520 Patronato, Comuna de Recoleta, Santiago
Celular +56227351838
Horario: 10:00 – 18:00 hrs
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