Comida en el lugar de trabajo: una tortura para mi paladar
¿Serán todos los casinos concesionados o seré yo?, como bien dice el
dicho: “a caballo regalado no se le miran los dientes”, aunque, no sé qué tan
regalado sea el almuerzo que mi empresa me entrega cada fin de semana.
Siempre me he caracterizado por ser mañosa, pero si hay algo que
realmente me desagrada es la comida del casino de mi trabajo. Me apena decirlo,
sé que los colaboradores de la cocina lo hacen con mucho amor y cariño, pero
realmente es una tortura para mi alma de regodeona.
El menú nunca ha sido tan amplio, en verano cuando debemos trabajar
todos los días se nota aún más. Arroz con carne, fideos con salsa, porotos y
una que otra vez lasaña son los platos principales del casino.
El servicio es totalmente completo, el casino de mi trabajo te entrega
un plato de fondo, acompañado de ensaladas a elección, una variedad de postres,
jugo o bebida, de vez en cuando, y una entrada que, casi siempre es sopa.
Fui súper constante para probar los distintos platos, pero es tanta mi
negación que ni siquiera la ensalada me convence del todo. Creo que mi problema
va enfocado directamente a que no me gusta el sabor que deja el cocimiento de
tanta cantidad de comida en una olla gigante. Le falta ese toque que mi paladar
necesita, ese saborcito a verduras o simplemente respecto al arroz, un poquito
de ajo.
Las ensaladas siempre están calientes, eso me molesta completamente, si
bien, la mayor parte del tiempo están frescas, el hecho de que estén con una
temperatura elevada genera mi desagrado.
Lo otro que me fastidia es que combinen ensaladas. Muchas veces hacen un
potpurrí de verduras en un plato, tomate, albaca, papa, hasta fideos. No soy
muy amiga de las mezclas, por eso no me gusta que junten las ensaladas.
Respecto al plato de fondo, muchas veces no me convence por la vista.
Intento comer, pero como ya estoy con pocas ganas probándolo, no me da el
apetito para comerlo.
Odio con mi vida los fideos de mi trabajo, además que te dejan la ropa
impregnada con olor a comida, el sabor de la salsa es demasiado agrio dulce,
que es algo que me apesta. Los fideos con aceite tampoco me gustan, entonces es
un todo, desde la salsa hasta los mismos fideos.
Lo que rescataría, y no siempre, es el postre y el arroz. Lo único
que me molesta de ese plato es el acompañamiento, la carne de cerdo con
distintas preparaciones, pero el arroz solo, lo paso.
Para qué hablar de la once, todos los días es el mismo pan ave mayo, ave
pimentón o aliado sellados en una bolsa de plástico. El té nada que decir, me
sacó el sombrero por las personas que preparan ese rico té. Pero el pan, además
de que aburre que, todos los días te den lo mismo, el pan tiene un sabor a
plástico, lo único bueno es que, lo mejoras calentándolo en las tostadoras.
Solo una ve comí y nunca más.
Ni los días de completo se salvan, que son preparados rara vez. El pan
siempre esta extremadamente blando, la vienesa no tiene muy buen sabor de hecho
sabe a carne en mal estado, como lo comes con hambre, pasa. Para los que comen
aderezos, eso ayuda a mejorar un poco el sabor.
A pesar de que hace poco cambiaron al chef y muchos de los platos ahora
son mejores, no me convence ni visualmente, ni su sabor. Quienes más los
disfrutan son mis compañeros de trabajo que, gracias a mí, tienen doble ración
del almuerzo.
De todas maneras, creo que yo soy el problema porque la mayoría de los
trabajadores disfruta de estos almuerzos, muchos prefieren comer en la empresa
que en sus mismas casas. Lo que es yo, opte por lo sano y llevo mi propio
almuerzo, aunque no sea permitido en el trabajo, ya que por algo “te regalan”
la comida.
Pero, quiero dejar en claro que llegué al consenso de que no es solo el
casino de mi trabajo, son todos los casinos, hasta los buffet del mall, debido
a que la comida no está preparada de manera individual, entran en mi lista de
desagrado.
Por Paula García
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