“La curiosidad mató al gato”
Caminaba
por el paseo Arauco Estación, no recuerdo qué estaba haciendo por allá, pero
había estado harto tiempo moviéndome por esos lados. Gente iba y venía,
comprando por doquier, gritos promocionando productos y vendedores preguntando
qué andaba buscando. Entre eso, me dio hambre.
Iba
con mi compañero y vimos que había una promoción en el Kentucky Fried Chicken.
Jamás había comido en ese local, de niña me llamaba muchísimo más la atención
el Mc Donald, había uno casi a la vuelta de mi casa y tenía juegos y toboganes,
además, la comida venía con juguetes. Nunca me llamaron la atención los tarros
de pollo del Kentucky, pese a que siempre veía a niños con esos tarros o casas que siempre tenían uno.
Pero
ese día fue diferente, sentía hambre, el local tenía una promoción y me quedaba
muy cerca de donde estaba. Entró en mí esa curiosidad de probar qué tal era la
comida de ese lugar y esos pollos que siempre promocionaban. Entonces, decidimos comer ahí. Compramos la oferta del
tarro de pollos, ese día estaba muchísimo más barato que lo habitual, no recuerdo
exactamente cuánto costaba, pues esto fue hace más de dos años.
Subimos
felices con nuestro pedido al segundo piso del local, había más gente que compró la promoción y nos dio confianza por un momento. Nos sentamos y
comenzamos a probar lo que habíamos comprado, desde la primera degustación sentí
que había perdido mi dinero.
Primero,
las alitas de pollo eran para comerlas con la mano por supuesto, aún recuerdo
esa especie de grasa que se pegaba en mis manos y boca, rozaba mis cachetes y
estos también se manchaban de aceite. Una sensación horrible y desesperante. Me limpiaba con
la servilleta y sentía que esta también se me pegaba en los dedos.
Los
pollos eran prácticamente huesos con crispi, alcanzaba a sacar menos de un
mordisco por ala. No tenía ganas de seguir comiendo, el producto al ser casi solo
hueso, tenía ese sabor a muerto, a sangre, a podrido, a algo así.
Sin
embargo, tenía hambre, entonces opté por terminar de comer. No miento, tenía
mucha rabia, porque sentía que podía haber gastado el dinero en otro alimento
mucho más rico, pero tenía curiosidad por probar esos pollos que tantas veces
vi en televisión y en la publicidad.
Cómo podían ser tan malos, si había visto tanta gente con esos tarros en su casa, me preguntaba. Luego me replanteé que quizás la promoción era la mala, de igual forma, jamás volví a arriesgarme a comer ahí.
Sin embargo, este año comprobé que no era la promoción. Fuimos al mall arauco maipú con mi familia. Mi papá se antojó de comer ahí, yo le advertí que no era muy bueno, pero él insistió. Se había comprado una presa de pollo con papas fritas. Era un chiste. En su plato 5 papas fritas y un pollo diminuto. Le ocurrió lo mismo, más hueso que pollo y el hambre nunca se fue.
Así este local quedó completamente desechado en mi lista de opciones y lugares para comer, pues jamás probé algo tan malo y desagradable. Yo siempre disfruto mi comida, pero por primera vez, un alimento me había provocado rabia en vez de satisfacción.
Por Camila Tapia Marchant
KFC Estación Central - Mall Paseo Estación
AV. Libertador Bernardo O`Higgins Nº 3250
Abierto hasta las 10 pm
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