Sushi: Cuando simplemente no es para ti




Encuentro fascinante el fenómeno de las modas. Lo rápido que algo se transforma en viral y la facilidad que se encuentra para instaurarse en un país ajeno. He seguido muchas de estas, algunas inconscientemente y otras como parte del juego de sociabilización. Pero no todas las modas son efímeras, algunas se instauran con tal fuerza que se naturalizan al punto de no recordar que antes no estaban presentes. Una de ellas se convirtió en mi talón de Aquiles de la comida.

Como muchos de mi generación, recuerdo un tiempo donde el sushi no era popular. Antes del peak de mediados de los 2000 de la animación japonesa y de su cultura en nuestro país, que lejos de morir, repuntó en la presente década. La comida que antes era una novedad comenzó a apoderarse de cada esquina de barrios universitarios por haber y se convirtió en una más de la larga lista de comidas rápidas.

Sin embargo, nunca me ha gustado el sushi. Es más, detesto el sushi. Escribo esto casi como una declaración jurada que traerá consigo cejas levantadas y miradas incrédulas. ¡¿Cómo no te gusta el sushi?!, es la pregunta que he respondido incontables veces cada vez que me niego a ir a comer la preparación japonesa. Mi respuesta varía, detesto el arroz, odio el queso crema, no soporto el pescado crudo, no aguanto su olor, o simplemente no es lo mío.  

La primera vez que probé sushi fue en el colegio. Una amiga compraba casi siempre para el almuerzo. Se veía encantada con cada bocado, al punto de tener celos de lo mucho que disfrutaba su comida. Le pedí uno para probar y quedé inmóvil de la incredulidad. ¿Es esto por lo que se gasta el dinero del almuerzo todos los días?, ¿es este sabor el que la pone tan contenta? ¿esta es la comida que vale la pena quedar pasado a salsa de soya?

Quedó ofendida cuando le dije que lo odié. Casi como si hubiera insultado la receta milenaria del libro de cocina de su mamá. Me dio de otro para probarme que en la variedad estaba el secreto. Creo que fue incluso peor. Aunque no fue la última vez, en general si algo no me gusta una vez no le veo el punto a probarlo, pero tanta maravilla detrás de algo tan simple debía tener algún secreto, quizás alguno me podría gustar.

No ocurrió con el tradicional, ni con los vegetarianos, tampoco con las preparaciones calientes, ni con el sushi casero. Simplemente no me gustaba. En general me conformaría con el veredicto, pero ocurre algo curioso cuando no te gusta algo popular, se puede interponer en tu camino. “Ahora que tenemos tiempo, ¿Vamos a comer sushi?”, asienten todos un segundo antes de acordarse, darse media vuelta a mirarme con frustración y decir: “Ah… verdad que al Fabián no le gusta”.  

Ocurre cada vez cuando conoces a alguien nuevo. “¿Vamos una tarde a comer sushi?” Me perdiste con seis palabras. Creo que ni noté lo instalado que estaba el sushi hasta que tuve que negarme a comerlo constantemente. Ahí surge mi gran duda, ¿por qué insistir a alguien a comer algo que claramente no le gusta?, más para ti ¿no?  

Suele ser además un opción rápida y barata, parece una idea perfecta para la comida de un universitario. Pero el paladar no controla lo que quiere, o me habría ahorrado muchos problemas a estas alturas.  





Se convierte además en un chiste. Una incitación por ir a comer sushi cuando saben que no me gusta. Un punto para criticar mi cinismo de apreciación de la cultura japonesa, “¿cómo no te va a gusta el sushi si a ti te encanta Japón?” Mis sinceras disculpas a cada japonés involucrado con la creación de esta comida, pero simplemente no es lo mío.

Además, ¿no suele ser el sushi popularizado en Chile una versión americanizada de la japonesa? Es de conocimiento público la incapacidad que tienen los americanos para adaptar cosas de Japón, si no pregúntenle a Netflix o a cada productora que ha intentado llevar el anime a la pantalla, deténganse. Quién sabe, quizás el sushi original si es de mi gusto y todo este tiempo me he guiado por la adaptación de segunda mano. 

No tengo claro qué es específicamente lo que no me gusta del sushi, pero las distintas variaciones que no han logrado convencerme me dejan claro que no hay forma en que me guste. Y en el fondo, eso está bien. No todo debe gustarnos a todos y no hace menos legitimo tu emoción por una comida que en lo personal, aborrezco. A veces no hay explicación lógica con algo que no nos gusta e intentar buscar su justificación será inútil. 

El sushi se una a la larga lista de comidas que me hacen ver como mañoso, ahora con extensión internacional. La verdad es que sí, soy mañoso y muchas de las cosas que no me gustan ni siquiera las he probado, pero lo intenté con el sushi. Llámenme tradicional, pero me conformo con una porción de papas. Creo en la libre elección de comidas, así que disfruten su sushi, que yo paso y como mencioné antes, mientras menos coma, más para ti.


Por Fabián Núñez

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