Aunque tengan aliño, ni cerdo ni mariscos

Guatitas a la jardinera, prietas, ceviche, chuletas de cerdo, entre otras. Hay muchas comidas que no me gustan, la mayoría son las relacionadas con mariscos, moluscos y cualquier alimento que contenga cerdo.
Cuando era chica, consumía mucho cerdo. Vivía en el campo y era común que para alguna fecha importante mataran algún animal como cerdo, vacuno, oveja o chivo. Se hacían cocimientos de todos los órganos, incluso de la sangre.
Con el paso del tiempo comencé a ver la crueldad, además de que me daba asco todo el proceso que se hacía. Terminaba sintiendo que era como si comiera carne humana.
Con los mariscos, me pasó lo mismo. Todos los años para semana santa compraban sacos de cholgas, algo exagerado de acuerdo a mi punto de vista, pero que no me interesaba mucho porque igual comía.
Al principio fui ingenua, puede ser porque era chica e imitaba lo que hacían los demás, porque dentro de mi familia nunca vi un remordimiento por matar a un ser vivo solo para darse un fetiche, en las fiestas anuales que todos celebran y en sus cumpleaños.
Sin embargo, pasaron los años y no pude ni sentir el olor a carne de cerdo, actualmente, no consumo nada que provenga de ese animal. Saber que se alimentaban con cualquier cosa que podían y después tenerlo en mi plato, me daba y da asco.
Con respecto a los mariscos, no me gusta ni el sabor ni su textura. No encuentro la sabrosura de ellos en ningún plato, de tan solo llevarme a la boca un pedazo de alguno, mi cuerpo reacciona con deseos de vomitar.
Desde que comencé con ese rechazo, mi mamá me decía: erís regodeona, existen tantas personas en el mundo que pasa hambre. Creo que es lo típico que dicen las mamás para intentar que tengamos un poco de remordimiento, pero aunque lo intentara las ganas de vomitar venían repentinamente.
A veces, igual me decían que cómo iba a ser tanto, por qué me sentía así y es que nadie de ellos entendía, claro, porque mi entorno siempre se crió en el campo. Aunque yo igual, pero siempre vi cómo mataban a los animales y el cerdo, era el que más gritaba.
Una vez recuerdo que mi tío intentó darme de almuerzo un trozo de cerdo con arroz y en el momento no me di cuenta, hasta que probé y sentí de inmediato el sabor, me paré de inmediato para ir al baño porque me dio asco.
Ni engañada ni con aliños quería seguir consumiendo ese tipo de carne, tampoco con limón y cebolla algún tipo de marisco. Ni en el sushi, algo que me encanta, podría tolerar algún producto del mar.

Por Lorena Arroyo 

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