El
mejor churrasco de Cabrero
La primera misión fue
ir a comer nuestro plato favorito, algo difícil para mí, porque no tengo uno
específicamente. Además, me tocó viajar al sur a ver a mi hermana menor y no
sabía a cuál local ir para servirme algún menú que me gustara.
Llegué a Cabrero en la
mañana, dormí un poco y acompañé a mi mamá y hermana a pagar unas cuentas.
Luego, mi mamá con su sonrisa me dijo: ¡vamos a comer un churrasco donde el
Freddy! De inmediato acepté.
El mismo local desde
que me vine, por fuera poco vistoso, un color verde que se observa opaco por la
antigüedad, entramos. Las paredes del local eran naranjas, por lo menos estaban
en mucho mejor estado que su fachada. Nos sentamos y comencé a observar
alrededor, me gustaron los cuadros antiguos que estaban, uno de los Beatles y
otro de Cocoa Raff.
Mientras miraba el
cuadro de Cocoa Raff y recordaba a mi amigo (por su sobrenombre que aludía al
chocolate en polvo), llegó la garzona para preguntarnos qué nos íbamos a
servir. Respondimos tres churrascos italianos y un jugo Watt’s de naranja. No
preguntamos el precio en ese momento.
Pasaron 15 minutos y yo
sentía hambre, quería que llegara luego el churrasco porque vi cómo lo
preparaban y olía sabroso. Trataba de mirar la televisión por el espejo que
estaba frente a mí, pero me parecía fome el programa que estaban transmitiendo,
di vuelta la mirada y llegó la chica con los churrascos.
Mi cara fue de
impresión porque eran de un gran tamaño y, además, contundentes en sus
ingredientes. No pude tomarlo con la mano porque todo lo que tenía dentro se
iba a esparcir hasta caer, así que decidí comer con los cubiertos.
Partí el primer trozo y
escuché el pan crujiente, lo llevé a mi boca y sentí la mezcla de sabor entre
la carne, mayonesa, la palta y el tomate.
La carne se notaba que
no era de las envasadas y estaba sin nada de grasa ni nervios, precisa y como
me gusta a mí. Además estaba blanda, no era necesario hacer un gran esfuerzo
para poder cortarla.
La mayonesa, la palta y
el tomate estaban frescos. La palta se notaba que no estaba mezclada con agua.
La mayonesa era casera y los tomates, menos mal, no estaban pasados como había
probado en otros locales de Santiago.
Intenté servirme de a
poco todo porque sabía que iba a pasar mucho tiempo para que volviera a comer
un churrasco así.
Mi mamá y hermana se
reían de mí porque miraban mi cara y decían que exageraba. Tal vez, pero ellas
van constantemente al local, yo no iba hace tres o cuatro años aproximadamente.
Llegaban más y más
personas, me sentía un poco intimidada porque el espacio era pequeño y las
mesas que estaban, se parecían a las que habían en los bares que mostraban en
las películas de los 90.
Miré mi plato y aún no
llegaba a comer la mitad del churrasco, ya me sentía satisfecha, así que esperé
a mi mamá y hermana para que terminaran y pudiéramos pedir la cuenta. Llegó la
chica, le pedí algo para poder llevarme lo que me sobró de churrasco y trajo la
cuenta. Cada churrasco tenía un precio de $4000 pesos y el jugo de litro y
medio, costó $1500 pesos.
Es indudable el sabor y
calidad del churrasco, un sabor que no se encuentra en todos lados, pero me
hubiese gustado un local renovado, porque a pesar de los años que no había ido,
la distribución y estado del espacio se mantenía, aunque la gente que asistió
mientras estuve, fue una buena cantidad, debe ser por la calidad de lo que
sirven.
Por Lorena Arroyo Madariaga
General
Cruz 640, Cabrero
Octava
región
Fredy Restaurante




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