Toy Story: El poder de la amistad
Recuerdo
tener 5 años y ver la “propaganda” de
Toy Story 2 en la “tele”. Quedé
maravillado con la premisa de juguetes cobrando vida. Resonaba tanto con la sensación
que tenía al jugar con ellos y dotarlos de voces y personalidades. Los
llamativos colores y los vívidos personajes me terminaron por convencer de que debía verla
y decidí pedírsela al “viejito pascuero”
para la navidad de ese año.
A tan corta edad uno no entiende muy bien el mundo. Yo no tenía idea que una película debía
salir al cine primero y que Toy Story 2 era la segunda parte de una desconocida
película llamada simplemente Toy Story, cuyo VHS recibí para navidad.
Recuerdo
ver su portada y quedar algo descolocado porque “no se veía la vaquerita de la propaganda”. Me hizo sentir algo
desilusionado pensar que no era lo que había pedido. Sin embargo, la cinta se
transformaría en una de esas cintas que uno se sabía de memoria por tanta repetición durante la infancia. Uno de los tantos VHS's que se fueron desgastando con
los años y que perecieron ante el tiempo.
Sin
embargo, Toy Story se niega a morir como su versión física noventera. La
película continuó con una tercera entrega en 2010, once años después de su predecesora, que cumplió con las expectativas del,
ahora crecido, público original. Además, logró cautivar a nuevas generaciones
continuando con las aventuras de los juguetes de Andy. De hecho, una de las
películas anticipadas para este 2019 es la cuarta entrega de la franquicia.
Revivir
Toy Story con 24 años me hizo notar como ha cambiado mi perspectiva de las
cosas con el pasar del tiempo. Si bien, ahora noto más falencias en los personajes
que tanto añoraba, el viaje de estos sigue llegando a la misma meta. Una
historia sobre cómo las relaciones de amistad pueden generar positivos cambios en
las personas y sus formas de vida.
La
verdad, cuando chico no cuestionaba mucho a Woody y su actuar receloso contra
Buzz por “quitarle el puesto” ante
Andy. De hecho, estaba de acuerdo en casi todo. Para mí, el vaquero era
quien entendía la importancia de regresar con Andy mientras estaban perdidos en
la calle. Woody era la mente inteligente contraria a los delirios de Buzz sobre su misión
de Guardián Espacial. Si, me caía mal Buzz.
Al ver
Toy Story de nuevo, me doy cuenta de que Woody es tan tóxico como el astronauta.
Ambos tienen una fijación obsesiva con su visión de la realidad. En el caso del
vaquero, su posesiva idea de juguete favorito y en el de Buzz sus delirios de
grandeza y superioridad.
La historia
deja en claro como la intransigencia de ambos se resuelve solo cuando se
cuestionan sus propias actitudes e ideas preconcebidas. Finalmente, ambos
pueden aprender del otro en un ambiente de amistad en base a principios y
experiencias comunes que desarrollan con el tiempo.
Si
algo saco al limpio de la película es que los lazos de amistad y colaboración
con otros son esenciales para cambiar realidades. En el caso de la película, esto se materializa en una
de las misiones de escape más icónicas como es la “rebelión” de los
juguetes en contra de Sid.
A 19
años de mi primera tarde junto a Buzz, Woody y compañía, Toy Story me invitó a
pensar en mis amigas y amigos con quienes he podido crecer, aprender y ampliar
mis parámetros sobre visiones de vida. Aquellos con quienes se pueden construir
nuevos horizontes en base al intercambio de ideas y colaboración basada en la
afectividad emocional a pesar de una que otra diferencia. La película logra
restaurar esa esperanza en la amistad que a ratos se diluye entre tanto hastío
del mundo lejos de la infancia. Como Woody y Buzz es bueno abrirse a que el otro puede tener razón y que el diálogo y la colaboración son necesarios para progresar.
Por Cristián
Canales Villa
PD: Última crítica hasta nuevo aviso así
que me doy el gusto de dedicársela a mis amiguis que me aguantaron, apoyaron y
dieron consejo durante este eterno y agotador semestre. Les amo.
Comentarios
Publicar un comentario