L’Ora Felice: Pasando la tarde en La Piccola Italia

 

Me encanta comer. Me declaro un fanático de la comida. Sin embargo, mi fanatismo responde más a un gusto por el acto del comer que por la comida en sí. Me gusta la conversación que la acompaña, las situaciones que implica salir a comer, la felicidad entregada por una buena compañía y la decepción tragicómica de una cita que sale mal. 

Salir a comer en familia se ha convertido en tradición en los eventos especiales, cumpleaños, día de la madre o padre, celebraciones de logros, aniversarios, etc. No existe lugar específico, pero La Piccola Italia es uno de los lugares que siempre sale como sugerencia para salir. Quizás por la cercanía a nuestra casa, por los precios accesibles o por la rapidez del local, quizás es que como familia hemos tenido experiencias positivas en este que nos hacen sentir cómodos.  

Decidí aprovechar esta oportunidad para ir con mi pareja. Había sido una tarde acalorada y llevábamos ya un largo rato paseando bajo el fuerte sol de ese sábado. La sed era agobiante y esperábamos llegar luego para cobijarnos bajo un techo y poder saciar la sed. El espacio era amplio y no había demasiada gente, por lo que fue cómodo. Pedimos una mesa para dos y fuimos llevados por muchas para finalmente sentarnos en una mesa para cuatro, lo que me pareció curioso para la amplia disponibilidad que había.    

Llegamos justo para aprovechar L’Ora Felice, la hora feliz, donde se supone que los precios están rebajados. Esta corría desde las 16:00 hasta las 20:00 en los días de semana y de 17:00 hasta 20:00 los fines de semanas y festivos. Fui directo a la parte de los tragos buscando aquello que me refrescara. “Buenas ¿Quieren pedir alguna entrada o algo para beber?”, “¡Un Mojito!”, respondí rápidamente, sabiendo que sería una receta perfecta para mi sed. Ambos pedimos el mismo trago que estaba a $3.299, no era un cambio radical de los $3.499 que se encuentra con normalidad. Pedimos además una entrada de seis empanadas de queso que se encontraban a $1299 en contraste de los $2990 que cuesta con normalidad.   

 

Las empanadas no se demoraron más de cinco minutos, lo que me causo una mala espina. Era seis empanadas fritas acompañadas por una hoja casi entera de lechuga que en verdad se veía grosera frente a la entrada. Estaban tibias. Tengo una debilidad por la comida caliente, casi en extremo, por lo que este punto medio me decepcionó. Sin embargo, el queso era abundante y el aceite escaso, por lo que su seguía siendo sabroso. También llegaron los mojitos, estaban con mucho hielo lo que quizás en otra ocasión me habría molestado por la falta de trago, pero sabía que me refrescaría. Mi sed me jugó una mala pasada. De un solo trago tome gran parte de este aun cuando ni siquiera ordenaba mi plato fuerte. Valió la pena. Solté una exhalación triunfante que fue como un agradecimiento de mi cuerpo por al fin recibir combustible. Estaba un tanto dulce para mi gusto, lo que lo hacía aún más fácil de tomar, pero estaba tan refrescante como esperaba.  

 

A la hora de pedir el plato de fondo, preferí no experimentar. Quise irme con aquello que ya conocía y me gustaba. Ravioli Riccota con Salsa de Camarones. Su precio era $6.990, por lo que tenía altas expectativas. Esperaba que mi compañero en crimen pidiera algo distinto para tener más opciones. Lo hizo, pidió Spezzatino con Salsa Alfredo, que estaba a $6.390 y que honestamente me hizo cuestionar mi orden, pero preferí tener ambas opciones.  

Se demoró un poco más que la entrada, pero no superó los diez minutos. Para entonces ya quedaba menos de la mitad de mi mojito. Cuando llegaron los platos, nos advirtieron por lo caliente que estaba. Aquel anuncio esbozó una sonrisa en mi rostro. El aroma del ravioli en salsa de camarones era fuerte pero no molesto, por lo que abrió mi apetito. Mi plato se veía pequeño en comparación al Spezzatino, que hacía ver nuestros platos como una competencia injusta. Me sentí un poco decepcionado porque se veía muy pequeño en comparación, pero no había de que preocuparme. La abundante salsa de queso que acompañaba a los raviolis saciaba cualquier hambre, el calor llenaba mi cuerpo con cada bocado, positivo para mi preferencia por las comidas calientes, pero quizás no la mejor opción para una calurosa tarde como esa. Mi mojito se acabó. Aun me quedaba bastante en mi plato, era difícil de comer pues tanto queso agobiaba al paladar. Tuve que pedir una bebida para seguir con la comida, fueron $1599 más que no consideraba.   



Los raviolis tenían una deliciosa textura y sabor que confirmaron mi gusto por este plato. Sin embargo, su alta temperatura me jugó una mala pasada por el clima que nos rodeaba, demasiado caluroso para una tarde de septiembre como aquella. Quizás un plato más refrescante hubiera sido una mejor opción. Al terminar, no pude pedir el postre que tenía considerado pues la comida resultó empalagosa y ya no podía comer nada más.

Quedé satisfecho nuevamente con la comida y la atención del mesero que se ganó justamente la propina sugerida. Sin embargo, el contexto y el gusto de la compañía afectan mi juicio final. La Piccola Italia no da más de lo que promete, pero es recomendado para poder pasar una agradable tarde en compañía con una buena atención. 

Por Fabián Núñez


La Piccola Italia
La Florida, Américo Vespucio 7500  
Lunes a jueves: 12:30 a 00:00 hrs
Viernes y sábados: 12:30 a 00:30 hrs
Domingos: 12:30 a 00:00 hrs 




Comentarios

Entradas populares de este blog

Creo: la canción que renació a Callejeros

Kill Bill Vol. 1 y 2: una explosión de sangre y venganza

Keane: la banda que permanece mientras que todo el resto de tu música cambia