Voces femeninas para poner a filosofar a tu sobrina de siete años


Por Irma Fernández Pacheco

Año 2012, segundo medio, emo.

Mi playlist de ese tiempo estaba dominada por hombres como Arctic Monkeys, The Strokes, Interpol, The Black Keys, Coldplay, De Saloon, Los Bunkers, Pearl Jam, Cerati, y entre tanta voz masculina Lana del Rey, Sia y otras poquitas. La falta de mujeres no era por otra cosa más que desconocimiento, por lo que cuando pillaba alguna voz femenina le daba duro a la repetición.

Mi sobrina, que es como mi hermana chica porque vive conmigo y peleamos básicamente todo el rato, pero en proporciones iguales a las que nos amamos, era (es) mi esclava personal y mi conejillo de indias cuando se trata de música. Pasábamos mucho tiempo juntas, lo que incluía ver películas de culto, comernos un paquete de papas fritas solas y conversar de la vida.

Recuerdo un día haber llegado, por zapping en Youtube, a una tal Birdy, y una canción en particular “Skinny Love”, cover de Bon Iver a quien hasta ese momento tampoco conocía.

Lo mismo pasó con People Help The People, Birdy también, un cover de Cherry Ghost. Esta inglesa talentosísima solo me hace pensar en lo fracasada que soy yo, ya que tenemos la misma edad, ella toca el piano, tiene una voz preciosa y bueno, yo mando los trabajos de la U un mes tarde.

Con el mismo modus operandis encontré Angels, de The xx, otros ingleses. Sé que sus voces no son completamente femeninas, pero con la serenidad de Romy Madley Croft me basta.

También Fade Into you, de Mazzy Star, la banda estadounidense de la que rescato la voz de su segunda vocalista, Hope Sandoval, con un contralto maravilloso.

Y por último Sea of Love, de Cat Power, cantante y compositora estadounidense.

Un día vi una de las películas que estaban en mi lista, Desde mi Cielo. Ahí aparecía una canción que también me cautivó, otra voz femenina, Song To The Siren, un cover de Tim Buckley en la voz de This Mortal Coil.

Las repetí. Caminando con lluvia a mi casa las repetí. Duchándome las repetí. En la micro las repetí. Durmiendo las repetí.

Así se consolidó mi playlist para llorar con mujeres. Muy llorona, porque la escuchaba siempre, muy sorora, pero también muy tranquila, pacífica.
Había llegado el momento de mostrar mi obra a la Anto, mi sobrina, quién claramente ya la conocía porque yo cantaba todo el día, pero era la presentación oficial.
Recuerdo que fuimos a comprar comida, no podía faltar. La elección fue un chocolate Trencito, un agua de manzana y, claro está, unas papas. Nos tiramos en la cama mientras de fondo comenzaba a sonar Skinny Love. La Anto es igual de emo que yo, y como ya me había escuchado se sabía algo de la letra, que finalmente aprendió entera de tantas veces que la volvimos a reproducir. La que se volvió nuestra parte favorita de esta canción fue en el minuto 2:20, cuando se vuelve más pausada y emotiva, para luego volver al sentimiento desgarrador con la última frase alargada. “Come on skinny looooooove” cantábamos las dos.



La segunda canción habla de la bondad y la tristeza del mundo, y nosotras terminamos cantando con garra, como si cargáramos con toda esa pena en nuestros jóvenes hombros. Quizás olvidé mencionar que la Anto en ese tiempo tenía siete años, lo que hace bastante melodramática y chistosa la escena. Yo le leía la letra y ella se quedaba mirando el techo, tratando de entender toda la situación.



Al pasar por The xx, el cielo ya había terminado de oscurecer y la conversación se trasladaba a las estrellas. Siempre nos poníamos profundas y hablábamos sobre la vida, y la canción nos ayudaba a mantener la conexión. Ahora mientras escribo la Anto pasa por fuera de la pieza y la tararea. La conexión se mantiene. “And everyday I am learning about you the things that no one else sees”.



Mazzy Star nos movió a una fogata. Con una linterna recuerdo que empezamos a hacer figuras en la pared. Las papas ya se habían acabado y el chocolate agonizaba con 5 o 6 cuadritos que quedaban. Mi sobrina movía la cabeza al ritmo de la música y las dos nos poníamos nostálgicas. Como si alguna supiera algo del amor cantábamos “Fade into you I think it's strange you never knew”.



Sea of love nos producía lo mismo, esta vez solo cerrando los ojos acostadas mirando el techo. Creo que la Anto es el ser más maduro que he conocido, tal vez porque la hice ver películas como Donnie Darko cuando era chica. El rasgueo de esa guitarra, otro cover, era especial para ella, porque la sentía feliz cuando la escuchábamos.



“Song to the Siren es como para hipnotizar” me dijo la Anto, y coincidí, pero a las dos nos encanta ser hipnotizadas por esa melodía. El vibrato de las voces, ondeantes justo como la canción, lograban calmarnos, e incluso llevarnos en muchas de nuestras veladas, al sueño profundo.



Esa vez conversamos tanto, de la vida y la muerte, tanto que quizás al universo le dio miedo y se puso de acuerdo con el destino para hacernos crecer, porque no fue igual nunca más. Quizás justo después crecí, o quizás la Antonia creció. El tiempo logró mover nuestras etapas para distanciarnos. El amor sigue intacto y a veces nos volvemos a juntar una tarde entera. A veces se ha acordado de esa tertulia y me dice “¿Te acordai’ esa vez que comimos, conversamos y escuchamos canciones melancólicas en tu pieza?” y digo que sí. Ahora ella tiene 13, y es igual de emo que yo, pero con cosas de su tiempo, como Billie Eilish, aunque igual la escucho tararear mis canciones de viejita.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Creo: la canción que renació a Callejeros

Kill Bill Vol. 1 y 2: una explosión de sangre y venganza

"Pero ¡¿Cómo no te gusta la sandía?!"